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miércoles, 25 de febrero de 2009

¡Bendita Copa!

Da gusto, la verdad, sentarse ante el televisor y disfrutar con los partidos de la Copa del Rey. Como aficionado al baloncesto me enorgullece comprobar cómo una competición corta como esta saca tanta ventaja a la misma competición –por el nombre, nada más- del fútbol. Las aficiones viven unidas, los equipos comparten hotel y comedores, el espectáculo no sólo se vive en la pista... Y, sobre todo, una final para ganar adeptos.

La Copa del Rey de la ACB es el mejor embajador de este deporte a nivel mundial. Salvando las distancias con la NBA, la nuestra es una competición más “humana”, a los jugadores los hemos visto nacer y crecer entre nosotros. El mismo campeón, el TAU –a quien felicito, cómo no- tiene jugadores que han vivido descensos y han salido de las competiciones FEB; lo que también es mérito del baloncesto de base y de la propia FEB. Nuestro baloncesto está de moda y tenemos que aprovecharlo.

Desde estas líneas también felicito a la labor arbitral en esta Copa. Nadie –en general- habla mal del arbitraje, nadie culpa a los colegiados de su derrota y ese también es un mérito que no se debe obviar. Además, estaban los que debían de estar y no faltaba nadie; por lo menos, no se le echaba en falta. Y eso también es bueno.

La labor arbitral siempre es noticia cuando es negativa –y el análisis es siempre subjetivo, evidentemente-. Y cuando es positiva, cuando nadie habla de los árbitros por alguna cosa será... Además, este fin de semana hemos comprobado como no se debe arbitrar un partido (de fútbol); en baloncesto sería impensable hoy en día que un árbitro fuera tan protagonista de un derby entre Barcelona y Joventut o Madrid y Estudiantes, como lo fue el del Barcelona-Espanyol. En eso hemos avanzado también al fútbol, que es un deporte que vive de la polémica, de no querer evolucionar, de intentar mejorar para acertar. Cuando la gente me preguntaba si el arbitraje era una “profesión de riesgo” siempre he contestado que no. Seguidamente les explicaba que el baloncesto es un deporte que no tiene nada que ver con el deporte de masas que es el fútbol, y que para seguirlo hace falta entenderlo mínimamente, no como el fútbol. Como dije recientemente, en el Torneo del CB L’Hospitalet se puede seguir un partido sin escuchar abucheos desde la grada, porque son unos partidos a los que se va a disfrutar; en el fútbol sería impensable, ni que fuera sólo para eso, para disfrutar.

Felicidades, pues, al Baskonia por su nuevo título de Copa, y felicidades también a los de naranja por sus actuaciones. Ahora sólo le deseo al TAU que, de una vez por todas, gane la Euroliga, que no puede ser que se quede siempre a las puertas. En España ya ha demostrado que es el mejor; ¿por qué no puede ser el mejor de Europa el mejor de la ACB, cuando también es la mejor competición del continente?

jueves, 12 de febrero de 2009

La crisis y las designaciones

La crisis económica en la que estamos inmersos tiene también sus consecuencias deportivas. Me explico. Si las empresas están reduciendo puestos de trabajo y demás, en el deporte también es época de vacas flacas. Los patrocinadores dejan de aportar o reducen ostensiblemente su presencia económica en los clubes, los viajes que antes se hacían en avión pasan a realizarse en autobús, los que pasaban dos noches fuera reducen su estancia a una... ¡Qué le vamos a hacer! Nos ha tocado un periodo malo. Esperemos que la cosa acabe antes de lo que prevén los expertos –quienes, por otro lado, se equivocan a menudo, lo cual es esperanzador-.

Los árbitros también “catan” la crisis. Los viajes se intentan hacer más locales, siempre que la competición lo permita; los gastos se intentan reducir, pero lo más importante es... ¡que no se deje de arbitrar! Por eso mismo es muy importante estar bien, tanto a nivel físico como a nivel técnico. En tiempos de crisis es fundamental afinar el silbato. Una temporadita en la nevera puede suponer la pérdida de un tren –o de varios-, además de una disminución de la entrada de dinero mensual, por qué no decirlo.

Los árbitros se deben mover por la ilusión y las ganas de hacerlo bien, de progresar, de conseguir éxitos deportivos, pero –y es lógico reconocerlo- la motivación económica es también un condicionante –para algunos, demasiado grande; tampoco hay que amagarlo-. Cuando no se tienen ingresos regulares por nómina o se vive de trabajos “por obra”, la dependencia del arbitraje es demasiado agudizada. En los años que me he dedicado a este deporte en activo he visto casos de todo tipo. Recuerdo que había compañeros que estaban demasiado pendientes de cuando salían las designaciones... para saber cuánto iban a ganar ese fin de semana. Mal síntoma, ¿verdad?

Si se tenía un resbalón o un informe no era favorable se sufría en demasía, pues eso podía suponer un descenso en el número de partidos a partir de la próxima publicación de las designaciones arbitrales. No es bueno vivir con angustia, pero menos con angustia arbitral. Se llega a hacer malas actuaciones, si se vive con la espada de Damocles acuciándole a uno. Había árbitros –en otras épocas de no crisis, claro- que preferían no trabajar durante la semana para no condicionarse los viernes y el fin de semana y poder ir a arbitrar. Tenían un objetivo claro: subir a la ACB. ¿Y si no subían? Aquí llegaba la desilusión, el desencanto, el fracaso.

Evidentemente, la vida arbitral es dura: cada semana se pueden arbitrar dos o tres partidos en diferentes localidades de la geografía española, lo que supone perder días laborables –¿de vacaciones?- o, directamente, ir firmando la sentencia de muerte en una empresa. Todos los árbitros lo saben y llegar a determinadas categorías supone precisamente condicionar bastante la vida laboral a la arbitral. Pero, de condicionar un poco la vida laboral a hacerlo totalmente... No sé, yo creo que no es una buena decisión. A algunos compañeros que preferían arbitrar a trabajar les comentaba el hecho y lo tenían claro... si no fracasaban. Algunos han llegado, pero otros no.
Pero volviendo al tema del inicio: las designaciones son muy importantes en tiempo de crisis, sí; pero lo más importante es salir a las pistas con alegría, con las pilas cargadas, con ganas de hacerlo cada vez mejor y sin la losa que supone la dependencia económica del arbitraje, claro.

martes, 3 de febrero de 2009

La soledad del árbitro

Hace unos días realicé un viaje en coche, solo, como cuando salía a arbitrar los fines de semana. Era un recorrido lo suficientemente largo –de Barcelona a Andorra y regreso el mismo día- como para reflexionar, escuchar la radio, poner un CD, pasar agenda mental de las tareas pendientes de la semana... además de ir con cuidado con la carretera, a veces mal asfaltada, con los tramos con niebla o lluvia, con los camiones, con los conductores rápidos, con los lentos... Total, un viaje como los que realizan a menudo los árbitros por España. Al cabo de dos días llegaba el fin de semana, que volvió a ser duro: nieve, incomunicación, lluvias, viento... Qué pereza me daría tener que hacer un desplazamiento con esas condiciones climatológicas, me decía. Y eso me llevó a reflexionar de nuevo.

¿Cuántos kilómetros llegan a hacer los árbitros solos por todo el territorio estatal? Muchas veces lo comentaba con otros compañeros, y siempre llegábamos a la misma conclusión: la suerte estaba de nuestro lado, habitualmente, porque la cantidad de desplazamientos que se hacen cada fin de semana –aviones, trenes, coches de alquiler...- para llegar sin falta a la localidad, sin que pase ninguna desgracia... ¡y con el tiempo suficiente como para que nadie sufra!

Los viajes arbitrales sirven también para poner en orden las cosas: tareas retrasadas en el trabajo cotidiano, visionar partidos, pasear, descansar... Pero lo malo son los desplazamientos, claro. Retrasos en vuelos, esperas a compañeros en aeropuertos para coger juntos un coche o un taxi son, a menudo, temas recurrentes de conversación. Es que “el árbitro siempre juega fuera de casa” –y, además, normalmente más de un partido cada semana-, decía yo a los entrenadores, jugadores o directivos que te preguntaban por el viaje realizado.

La verdad es que el árbitro se encuentra solo en muchos momentos de su vida en activo. No sólo los desplazamientos llenan de soledad al individuo, sino también los malos momentos, que dejan aislada a una persona que lo está haciendo bien, pero que por desgracia comete un error, un descuido, que le apea del tren –cuando llevaba una velocidad de crucero-. Después, nadie se acuerda de él. Esa también es una soledad, pero por desgracia menos transitoria que la física. No obstante, de ahí la grandeza de esta actividad, esos malos momentos, esos desplazamientos en soledad son los que te hacen crecer como árbitro, pero también como persona, que es lo más importante.