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lunes, 22 de septiembre de 2008

Afinemos los silbatos

La temporada ya ha empezado. ¡Ya era hora! Nos pasamos demasiado tiempo sin competición, y eso no es bueno. Recuerdo una conversación con un directivo y responsable federativo que comentaba que los jugadores jóvenes, como tienen tanto tiempo para pensar durante el largo verano, cuando llega el momento de volver a entrenar muchos se nos escapan, se nos cambian de deporte, decía. En ese sentido, el fútbol nos lleva mucha ventaja. ¿Cuántos días dejamos de ver partidos de ese deporte por TV? ¿Cuántas semanas pasa un aficionado al fútbol sin tener actividad en su equipo? Ciertamente, pocas; la verdad. En el caso del baloncesto –como en otros deportes- las semanas de desconexión son demasiadas. Supongo que debe de ser muy difícil reorganizar una estructura de por sí complicada. Si por un lado se golea al fútbol en armonización de calendarios, fechas de selecciones, JJ OO y demás, por el otro no sabemos tener enganchada a la audiencia y a los practicantes de este deporte cada momento.

Las vacaciones del baloncesto son como las escolares: demasiado largas. Además, para practicar este deporte se necesita algo más que un terreno más o menos regular y un balón más o menos hinchado. Como que unas canastas y una pista adecuadas no son habituales en nuestras calles –por desgracia, los playground americanos no afloran por nuestro territorio-, necesitamos captar adeptos abriendo pistas que normalmente están cerradas –colegios, polideportivos, pistas descubiertas municipales...-. Son algunas medidas para hacer que el periodo de tiempo entre el final de una temporada y el inicio de otra no se haga tan largo.

Y no sólo los jugadores sufren la inactividad, sino también los árbitros. Hasta que se coge nuevamente el ritmo pasan días –¡y partidos!-. El entrenamiento para un árbitro es el partido. Independientemente de la preparación física que debe hacer cada uno, donde se coge la forma es en la pista, a base de dirigir encuentros. Lamentablemente, los árbitros acostumbran a iniciar la temporada con poquísimos partidos previos, lo que supone un riesgo. Cada vez se está regulando mejor el sistema de amistosos y torneos de pretemporada. Antes, con tal de ahorrarse los derechos de arbitraje, esos partidos eran dirigidos por árbitros no uniformados o personas no cualificadas. Los equipos jugaban, pero los árbitros no arbitraban. Ahora parece que la cosa ha cambiado y que los árbitros son los que dirigen los amistosos y, si hay coherencia a la hora de repartir el pastel, todos pueden afinar el silbato antes del concierto.

Y un reconocimiento
No me gustaría acabar sin hacer un reconocimiento público a la labor de un compañero, que culminado una trayectoria brillante en el baloncesto en silla de ruedas. El vitoriano Juan Manuel Uruñuela ha arbitrado la final de los Juegos Paralímpicos de Pekín. Enhorabuena, Juanma! Tuve la ocasión de conocerle cuando ambos logramos el ascenso a la LEB, la primavera del año 1997 en Tenerife. Entonces éramos unos novatos, pero él ya llevaba su mili en el baloncesto en silla de ruedas. Han pasado los años, yo ya soy emérito y él continua adelante, cumpliendo –como siempre dice-. Felicidades a él por el premio y felicidades a todo el colectivo del baloncesto, pues un logro como este también es para disfrutarlo todos los que vivimos y amamos este deporte.