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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Motivación

Hablan muy a menudo de la motivación del árbitro. De si sólo se motiva en los grandes partidos, en los que tiene a alguien “espiándole”, en los que se retransmiten por televisión... Los hay de todo tipo, claro; lo que sí que es verdad es que es imposible salir a todos los partidos al cien por cien. Además, el árbitro de verdad –el que dirige seis, siete o hasta ocho partidos en un fin de semana- cómo puede darlo todo en cada una de sus actuaciones entre el sábado y el domingo. Y, para más INRI, el partido más importante es el último –que suele ser el senior de su categoría o similar-, en el que, como que “Murphy no descansa nunca”, le viene un informador a evaluarle. Cómo llega a ese partido es otro tema, porque se tiene que ser muy joven o estar muy bien físicamente para tener el coco preparado.

Esa motivación de la que hablaba es difícil de mantener cuando el número es alto o, y esto va ya para los árbitros que están en categorías superiores, las fechas no acompañan. Seguramente, el día de Reyes, si el árbitro tiene hijos, lo mejor que le puede pasar es que no tenga partido; porque, si lo tiene, como que la cabeza no está donde tiene el corazón, el arbitraje puede salir de cualquier manera menos bien. Ya sé que se tiene que ser profesional y demás, pero somos humanos y obligaciones como esas no se pueden saltar. Cada vez se intenta evitar la coincidencia, pero todavía se “resbala” en algunas categorías. Lo mismo pasa si se tiene un familiar allegado enfermo: resulta difícil, según cómo, lograr la máxima concentración. En este sentido hemos mejorado: en el departamento de arbitraje de la FEB existe una categoría humana a destacar. En todo momento se está al lado del que sufre –salvo descuidos o casos especiales que tendrían explicación-, y en muchos casos lo mejor es descansar, en todos los sentidos.

En mis años de arbitraje recuerdo con especial cariño los partidos de Liga Femenina 2, que habitualmente se jugaban los sábados por la tarde. Esos partidos que parecían “sobrar” para los árbitros del Grupo 1 –cosa que yo nunca estaré de acuerdo- eran los que más me gustaban de arbitrar. Me explico: en esos partidos en los que no se ganaba nada y sí se perdía mucho, lo más importante era el prestigio; no se debía hacer un arbitraje de “pasar de todo” porque ello implicaba complicación. Además, eran partidos en los que el prepartido lo hacía también con entrenadores –con los que tenía una más que buena relación; la mayoría de los de LF2 B- o jugadoras, todo hay que decirlo. Ahora que lo puedo hacer público, me encantaba ir a Viladecans, al Jovent de Mallorca, al Santa Rosa de Lima, a Olesa, al Segle XXI, a Sóller, a La Seu d’Urgell... No sólo por el partido, sino por la charla que tenía con entrenadores, directivos... y, además, hacía un buen partido –por lo menos la preparación mental y el trabajo con el compañero no faltaba-.

La motivación es importantísima, por lo tanto, para que salga un buen partido. Condicionantes externos pueden afectar en la actuación del árbitro. Lo importante es saberlos detectar y evitarlos, evidentemente. Ahora bien, la motivación no sólo se consigue en los grandes partidos; a veces, partidos que parecen sin importancia para la mayoría pueden ser una oportunidad para los pocos espectadores y discretos jugadores para contemplar cómo se arbitra, cómo se dirige, cómo se educa en una pista. Yo voto por este tipo de árbitros. Por cierto, Feliz Navidad y Feliz 2009.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Sentido común

Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y no falta razón. A veces, cosas sencillas las llegamos a complicar por no abrir bien los ojos y comprobar que lo normal es la opción más fácil. En el arbitraje, aplicar el sentido común ayuda... ¡y mucho! Siempre he creído que lo que no te soluciona el Reglamento te lo arregla una buena salida, una solución con sentido.

En categorías inferiores, ¿por qué no podemos dejar jugar a una criatura que se ha olvidado el DNI o la ficha? Ya sé que no es lo políticamente correcto, pero siempre he considerado que un breve discurso sobre la responsabilidad –a su padre, madre o entrenador/a-, la importancia de ir documentado... ha servido para que no se lo olviden en una próxima ocasión. No me he escondido nunca y se lo he dicho al equipo contrario, por cierto; siempre lo han entendido y, ya se sabe: hoy por ti, mañana por mí.

En altas esferas también he aplicado el mismo sentido y me ha salido bien: recuerdo un partido de cuartos de final de LEB en Plasencia. En el descanso me vino el redactor de Zaravisión, que ofrecía el partido Plasencia-CAI Zaragoza en directo, junto con el entrenador visitante. Resultaba que desde la mesa de anotación habían puesto dos puntos al local en lugar de habérselos otorgado al visitante. Consideré que tenían razón sin llegar a ver ni las imágenes. De ganar de diez pasaba a ganar de seis, el Plasencia. Una vez finalizado el descanso, me fui hacia el entrenador local, se lo comenté y lo entendió a la primera. Resultado: modificación del acta y del marcador electrónico –ante la sorpresa de la parroquia local-. Me quedé satisfecho con la decisión, claro.

Son dos ejemplos que se podrían ampliar a muchos más. Parece mentira, pero el sentido común se aplica poco, en todos los ámbitos de la vida. Tendríamos que echar mano de él mucho más a menudo de lo que lo hacemos. Nos solucionaría problemas... ¡¡sobre todo a los árbitros!!